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miércoles, 24 de julio de 2013

Situación muy difícil para los cuatro españoles que descienden del G1


Patxi Goñi abandona su intento a cima en el Gasherbrum 1, 2013.
Patxi Goñi durante el descenso del Gasherbrum 

Oscar Cadiach y Patxi Goñi informan desde el campo base del Gasherbrum 1 que la situación de los españoles que descienden es muy complicada. David López ha sido el único que ha conseguido llegar al base, mientras que Alfredo García continúa en el C3, por encima del Corredor de los Japoneses. No hay noticias de Xevi Gómez, Álvaro Paredes y Abel Alonso.

El blog de Oscar Cadiach continúa enviando información precisa y de primera mano de la situación en el Gasherbrum 1. Sabemos que dos helicópteros tienen autorización para volar en cuanto llegue una ventana de buen tiempo.
Hace una hora se ha hablado con Alfredo García: está bien, en campo III, con comida, y ha decidido esperar a que el tiempo mejore para descender el Corredor de los Japoneses.
Han salido dos porters de altura llevando oxígeno, junto a David Polo, Arkaitz Mendia, Álex y un alpinista argentino hacia el campo II. Tienen previsto ascender el Corredor de los Japoneses.
Corregido 23/7 (14.30 h): David Polo, Arkaitz Mendia, Álex Galiano y el argentino Mariano Galván se encuentran en el C2 (adonde llegaron por la noche) esperando una mejoría del tiempo para atacar el Corredor de los Japoneses. El rescate está siendo coordinado desde el campo base por Akbar Syed, director de la agencia Laila Peak Expedition.

Reproducimos la última entrada del blog de Oscar:
Un lugar entre los sueños y la desesperación

El día ha amanecido triste y plomizo; las banderas de oraciones que los sherpas han colocado sobre este campo base se balancean lentamente y el silencio lo invade todo a esta primera hora de la mañana en la que permanezco de pie, delante de mi tienda, mirando hacia el G1, oculto tras un impenetrable muro de compactas nubes.

Hace dos días que la tristeza se ha instalado en el campo base. Un grupo de cuatro alpinistas españoles está luchando en estos momentos por escapar de una montaña que parece se quiere quedar con ellos.

El día 20, después de un esfuerzo descomunal en el que no hemos descansado ni un solo día desde que llegamos aquí, Oscar y yo ascendemos por el Corredor de los Japoneses.

Nuestros cinco compañeros, con sus dos porteadores de altura hace una hora que han entrado en el corredor. Oscar y yo salimos vestidos ya con nuestros monos de plumas y les alcanzamos al final del embudo de nieve que da inicio a este mítico corredor.

Este año el corredor está muy pelado de nieve y ascendemos por un complicado muro mixto en el que nuestros crampones apenas consiguen aferrarse a las blancas placas de roca sobre las que penden las cuerdas fijas.

Ascendemos todos juntos ahora, como si de una misma cordada se tratase. Nos filmamos, nos sacamos fotos y, muy lentamente, nos acercamos al estrangulamiento del corredor.

Una brillante placa de hielo se descuelga por este tramo y hace que la escalada se interrumpa por un tiempo que se nos antoja eterno. El trabajo de colocar cuerda y asegurar la zona se vuelve peligroso pues continuos cascotes de hielo y piedras nos golpean en los cascos con una velocidad endiablada.

Escalar en estas condiciones a cualquier altitud resulta una difícil tarea pero, a 7.000 m el esfuerzo no solo es de carácter físico.

Oscar y yo hablamos: llevamos siete días seguidos de trabajo en la montaña ininterrumpidos y necesitamos que, para continuar, todo sea perfecto y ninguna interrupción se nos cruce en el camino.

Estamos cansados, nuestra aclimatación no ha alcanzado el nivel que se requiere para funcionar por donde nos encontramos, se está haciendo muy tarde, así que decidimos descender y regresar a dormir al C2.

Hace días ascendimos directamente del base al C2 en un esfuerzo tremendo que acabó bien estrada la noche, ahora hacemos el camino inverso castigados por el calor, absolutamente demoledor, que soportamos en el descenso por la cascada de hielo.

Gran cantidad de puentes de hielo sobre los que hemos pasado en estos días se han hundido. Vamos buscando pasos alternativos mientras caemos continuamente en agujeros y grietas que ya no soportan nuestro peso.

Ahora, en la seguridad del campo base, tranquilizo a Oscar, quien tenía sus reservas sobre si la decisión tomada allá arriba, a 7.000, fue la correcta. ¡Claro que fue la correcta! El esfuerzo realizado para llegar a esa altitud fue muy grande y no cabe duda de que el día de cumbre hubiésemos pagado la osadía de querer ascender este gigante sin apenas aclimatación. Pero la racionalidad se ha impuesto a la ambición y Oscar ha demostrado por qué sigue siendo una leyenda viva del alpinismo después de más de 60 expediciones a la espalda.

Ahora, después de tres días de angustia, sufrimos por nuestros compañeros que decidieron continuar hacia la cima de esta montaña. Tan solo uno de ellos ha regresado al base y, hablando con él, apreciamos su angustia y desesperación al no saber el paradero de sus amigos.

No podemos, ni debemos, inmiscuirnos en las decisiones de cada cual a la hora de avanzar hacia la cumbre de una de estas montañas tan atrayentes; eso son decisiones totalmente personales que cada cual siente en su interior de manera única y personal.

Deseamos de todo corazón que la montaña nos muestre su lado amable y que nos devuelva a nuestros amigos, pues es con nosotros y con sus familias con quien deben estar. Aquí solamente han venido a lo mismo que todos nosotros: a vivir un sueño, breve, como lo son todos los sueños.

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